Probad y ved que el Señor es bueno. (Salmos 34:8)
A aquellos que dicen que nunca han probado la gloria de Dios, les digo: han probado muchos de sus aperitivos.
¿Alguna vez han mirado hacia el cielo? ¿Han recibido un abrazo? ¿Se han sentado frente a un fuego cálido? ¿Han caminado por un bosque, se han sentado junto a un lago, o se han mecido en una hamaca en verano? ¿Han probado su bebida favorita en un día de calor o han comido algo sabroso?
Todo deseo es un incentivo, ya sea devoto o distorsionado, para poner la mira en la gloria del cielo.
Si dicen que no han probado la gloria de Dios, yo les digo que sí han probado los aperitivos. Ahora sigamos con el plato principal.
Han visto las sombras; ahora miremos la sustancia. Han caminado bajo los cálidos rayos de luz del día; ahora levantemos la cabeza y miremos al mismo sol. Han oído los ecos de la gloria de Dios por doquier; ahora sintonicemos nuestro corazón con la melodía original.
El mejor lugar donde podemos sintonizar nuestro corazón es la cruz de Jesucristo. «Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).
Si queremos contemplar la muestra más concentrada de la gloria de Dios, miremos a Jesús en los Evangelios, y especialmente en la cruz. Esto nos hará enfocar la mirada, sintonizar el corazón y despertar las papilas gustativas para poder ver y oír y saborear la gloria del Dios verdadero en todas partes.
Esa es la razón para la que fuimos creados. Les suplico: no desperdicien su vida. Dios nos creó para que conozcamos su gloria. Busquémosla de todo corazón y por sobre todas las cosas.