Pilato entonces le dijo: ¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. (Juan 18:37)
Este es un pasaje importante para Navidad aunque trate del final de la vida de Jesús en la tierra, y no del principio.
La singularidad de su nacimiento consiste en que él no existió a partir de su alumbramiento. El existía desde antes de nacer en un pesebre. La condición de individuo, el carácter y la personalidad de Jesús de Nazaret existían antes de que el hombre Jesús de Nazaret naciera.
El término teológico para describir este misterio no es creación, sino encarnación. La persona no el cuerpo, sino la singularidad esencial de la persona de Jesús existía antes de que él naciera como hombre. Su nacimiento no fue el origen de una nueva persona, sino la venida al mundo de una persona infinitamente anciana.
Setecientos años antes de que Jesús naciera, Miqueas 5:2 lo explicó de la manera siguiente:
Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad.
El misterio del nacimiento de Jesús no consiste únicamente en que nació de una virgen. Dios quiso que ese milagro sea testimonio de un milagro aún más grande: que el niño nacido en Navidad era una persona que existió «desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad».
Devocional tomado del mensaje “Christmas and the Cause of Truth»