octubre, 29

Enfermedad, pecado o sabotaje

Devocional por John Piper

Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. (2 Corintios 12:8)

Toda la vida, si se vive de todo corazón por la fe y en pos de la gloria de Dios y la salvación de otras personas, es como el caso del cristiano que va a una aldea azotada por una plaga. El sufrimiento resultante es parte del precio de vivir en el lugar al que usted fue en obediencia al llamado de Dios.

Al elegir seguir a Cristo del modo que él manda que lo sigamos, elegimos también todo lo que ese camino conlleva según su soberana providencia. Por lo tanto, todo el sufrimiento que resulta por seguir el camino de la obediencia es un sufrimiento con Cristo y por Cristo, ya sea que se trate de un cáncer o de otro tipo de conflicto.

Y es «por elección», es decir, nosotros por voluntad propia optamos por el camino de la obediencia en el cual el sufrimiento nos espera, y no murmuramos contra Dios. Es probable que oremos, como Pablo, para que el sufrimiento nos sea quitado (2 Corintios 12:8); pero si está dentro de la voluntad de Dios, acabamos abrazándolo como parte del costo de ser discípulo en el camino de la obediencia que nos conduce al cielo.

Todos los sufrimientos que atravesamos en el camino de la obediencia cristiana, ya sea por persecución, enfermedad o accidente, tienen algo en común: todos amenazan nuestra fe en la bondad de Dios y nos tientan a abandonar este camino.

Por lo tanto, cada victoria de la fe y toda perseverancia en la obediencia dan testimonio de la bondad de Dios y del precioso valor de Cristo, sin importar si el enemigo es la enfermedad, Satanás, el pecado o un sabotaje. Eso significa que todo sufrimiento, de cualquier tipo, que soportamos en el camino de nuestro llamamiento cristiano es un sufrimiento con Cristo y por Cristo.

Con él en el sentido del sufrimiento que nos sobreviene a medida que vamos caminando con él por la fe, y en el sentido que es soportado con las fuerzas que él nos suple mediante su ministerio de sumo sacerdote quien se compadece de nosotros (Hebreos 4:15).

Por él en el sentido de que el sufrimiento prueba y demuestra nuestra lealtad a su bondad y poder, y en el sentido de que revela el valor de Cristo como compensación y recompensa totalmente suficiente.


Devocional tomado del libro Deseando a Dios», páginas 256–257

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